La calle es un espacio de hombres, eso me lo dejan claro las violencias que vivo a diario al abandonar el espacio que se me ha designado: la casa. Me enseñaron a vivir con miedo, a cruzar las piernas, a no usar faldas demasiado cortas, escotes demasiado bajos. Antes de salir de casa automáticamente considero cuánta luz hay, cuántos machirulxs agresorxs me he de encontrar en el camino, qué podrían éstxs traducir de mi piel al descubierto, me pregunto de qué manera me van a violentar hoy y cómo me voy a enfrentar a esto. Al parecer mostrar la piel se interpreta en las fotocopiadas cabecitas de lxs machirulxs como un llamado a la violencia, a accionar sus protocolos de represión, esos que se tragan desde que nacieron y que les dicen que cualquiera que se salga del orden preestablecido debe ser violentadx hasta que en medio del terror se meta de nuevo en su corral zombie. Me he empecinado en la desobediencia, prefiero vivir en riesgo constante y romper con el orden de lo público (espacio designado al privilegio de quien porta características y performatividad masculinas) y lo privado (espacio interior, generalmente doméstico, donde las miembras inferiores del sistema patriarcal, siendo portadoras de características relacionadas a lo femenino, realizan las labores de servidumbre designadas por sus superiores), prefiero subvertir lo políticamente correcto (dármelo por culo), reinventarme desde mis parámetros, no seguir ningún mandato y joder esquivamente a la mirada patriarcal.
Soy puta porque molesta a la gente heteronormal, porque aterroriza a lxs militantes de este régimen de mierda (y me llena de gozo), soy puta porque me sale del coño, de la prótesis, del ano, de esta cuerpa hermafrodita que me voy construyendo en el día a día. Soy puta porque en el reglamento de mi escuela te dicen que ser puta es malo, que tu vestimenta debe reflejar la calidad de persona que eres (y en este régimen prefiero tener calidad ninguna, no soy producto de supermercado, carne que se vende empaquetada, prefiero ser la escoria, ésa que echan al bote de basura porque está toda arcoíris y alienígena, amenazante, rara, puta, loca, porque desde el basurero, desde la precariedad es desde donde quiero partir en mis venganzas gozosas muchas). Soy puta sangrienta porque si muestro mi sangre (especialmente la del coño, la “más sucia”) me corren de la escuela, porque si soy puta, también me corren de la escuela, pero por suerte me he infiltrado con suficiente maña, la necesaria para robar lo que pueda y salir corriendo. Ser puta implica saber de antemano que me van a violentar en un sin fin de maneras, constantes intentos (fallidos) de corregirme, de normalizarme.
He aprendido a vivir mi cuerpa de manera fragmentada, una geografía colonizada por la mirada patriarcal, así que yo me descuartizo un poco y me hago de cachos de piel ajenos, me construyo una coraza monstruosa, un arma metamórfica. Si me dicen “este cachito de carne es tu coño y este otro cachito de carne son tus tetas, y son sagrados, pertenecen al orden privado patriarcal y están aquí para servirle, y lxs hijxs sanxs del heteropatriarcado vendrán a castigarte si desobedeces el orden de las santas carnitas fragmentadas”, yo me los saco al aire, míos, muy míos y de nadie más, ni el machirulo más violento, de mirada más intrusiva podrá gozar tranquilamente de un privilegio que le arrebato violentamente, con mi cara de bestia y mi lengua afilada, puta.
Muchas veces estos intentos ridículos de corregirme consisten en miradas reprobatorias, aprensivas, asqueadas, intrusivas, acosadoras, muchas otras veces recibo con gusto muecas horrorizadas, preocupadas, profundamente confundidas, risas nerviosas, todo permeado por el miedo que les provoca mi monstruosidad, mi desobediencia. Unas pocas veces recibo una sonrisa entusiasmada y cómplice, unos ojos que brillan, una loca que viene y se desnuda conmigo, me comparte un poco de su néctar de bruja.
En mis aventuras exhibicionistas putas recibo de todo, doy de todo, se me moja el coño mogollón, disfruto y me río complacidx. Esta acción sucedió en Reforma con Génova un viernes poblado de gentes diversas, ralos machirulos a decir verdad, muchas miradas desaprobatorias, otras sorprendidas, curiosas, cómplices, gente que me veía de lejitos y decidía pasar frente a mí sin voltear a ver (“porque el coño no se mira nada más así, ¡¡el coño es el SANTO COÑO!!”), y muchas otras indescifrables. Mi acción consistió en sentarme entre las piernas de una escultura de una madre cargando en brazos a su criatura (graciosa coincidencia, dicotomía puta-madre) yo en vestidito negro, con calzones blancos en los que se lee “PUTA” en letras rojas, con las piernas abiertas a más no poder, mirando a los ojos a lxs transeúntes por un par de horas. Aquí presento algunas fotografías en las que se graban lxs rostrxs y miradas que respondieron a mi provocación.
Fotógrafas: Lola Espinoza, Ceci Pérez.
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Me atrevo a conjeturar que tu provocación consiste en auto nombrarte como ellos o ellas te dirían para ofenderte y eso es lo que confronta. Tomar la palabra “puta” y embestirla como lanza. Gracias. Ojalá esta provocación tocara a mucha más gente.
Interesante intervención urbana, yo honestamente no sabría como reaccionar. A pesar de ser hombre, nosotros también nos vemos afectados por esta forma cultural de percibir, fragmentar, escindirnos, vernos encasillados a un rol que no siempre queremos tomar. Me parece una intervención de lo mas valiente y yo que conozco a la artista no me queda mas que felicitarla por hacer una critica tan aguda a este absurdo desorden social en el que vivimos y padecemos los que somos consientes de el.
yo no sabría como haber reaccionado en uno mismo existen muchos conflictos culturales cuando uno se enfrenta una situación como esta. los factores educativos empiezan a correr dentro de ti mismo juzgando, antes de siquiera poderte dar cuenta. y después te afecta y te cuestionas porque esta estigmatización porque eljuicio. porque la intervención?
finalmente yo creo que el problema es la emisión de un juicio de valor, mal bien con todas la palabras que lo matizan: puta, buena, artista, activista, mala, inapropidado, paradigmático, etc.
y establecer un juicio de hecho: o mira una persona con las piernas abiertas, o mira una intervención artística, o mira unos calzones blancos con la palabra puta escrita. procesarlo y entenderlo como lo que es, un hecho sin mayor tapujo.
Hola, Alonso. Gracias por tu aportación. Coincidimos en la profunda necesidad de cuestionarnos como regla lo que la cultura dominante y los medios masivos de comunicación pretenden imponernos como verdades absolutas, prefabricadas, “listas para llevar”, como la comida rápida: éstas nos evitan el fatigoso proceso de cuestionar y generar criterios propios, informados. Es urgente seguir cuestionándonos, reflexionando, desafiando al orden imperante, que tiene sumido al planeta en un clima de violencia, odio, saqueo y discriminación que está llevando a la raza humana (y al planeta mismo) a su destrucción. Bienvenida sea siempre la intención de construir una opinión propia y con ella sociedades más justas, críticas y sensibles. Abrazos sororarios.