El reloj marcó las 12:00, afuera el sol iluminaba con gran intensidad. Sin darse cuenta había permanecido como suspendida en el tiempo por más de 10 minutos. De pronto el ladrido de unos perros en la calle interrumpió el silencio que invadía la habitación.
Ella, bajando la mirada, observó nuevamente el objeto que tenía entre las manos y un escalofrío la estremeció por completo. Fue entonces cuando la pregunta surgió en su mente: “¿Qué voy a hacer?” Seguido de eso, como una película que avanza lentamente se vio a sí misma frente a su familia, amigas (os), vecinos (as) a punto de darles la noticia: “estoy embarazada”
Ella sabía las reacciones que tendría cada persona, pues había sido testigo de ello en varias ocasiones cuando algunas de las mujeres que conocía habían pasado por algo similar… Escuchó dentro de su mente a todas esas personas…
A su padre, regañándola mientras le decía lo decepcionado que estaba y enfatizando que tendría que casarse.
A su madre, llorando y diciéndole lo difícil que es para una mujer sola mantener a un hijo y sin el ejemplo de un hombre.
A sus hermanos y hermanas en silencio pero viéndola con una mirada de lástima como diciendo: “acaba de arruinar su vida”
A sus amigas, tratando de animarla con el típico comentario: “no eres la primera, ni la última en ser madre sin desearlo”
A sus vecinos, rumoreando entre las calles lo tonta que fue por no haberse cuidado teniendo tantos métodos.
En el fondo, sabía muy bien que todas esas personas sólo pensarían en lo que iba a suceder después del parto; pero jamás le preguntarían si deseaba o no casarse y mucho menos si deseaba o no ser madre, pues consideraban que una cosa llevaba a la otra.
Aunque nunca se lo había comentado a nadie, un poco por vergüenza y un poco por temor a ser juzgada, en varias ocasiones se había preguntado ¿Por qué era así? ¿Por qué una mujer no debía negarse a ser madre? Por qué todos les repetían a las mujeres desde muy jóvenes que si “hacían algo malo” debían “hacerse responsables” y que el bebé no tenía la culpa de sus tonterías… pero sobre todo, jamás entendió ¿por qué debía tener culpa por algo que ella no sentía que fuera “malo”?… se los habían dicho tantas veces que incluso entre amigas repetían estas frases como un discurso bien aprendido; aunque ella estaba segura que más de una pensaba diferente.
… y entonces, sin saber cómo rondó en su mente una frase de aquel poema que tanto le había gustado: “Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere”… otra vez un escalofrío recorrió todo su cuerpo… sabía que la juzgarían, que tendría que enfrentarse a las miradas y las críticas de las personas cercanas, pero tenía muy claro cuál era su mejor opción… y estaba segura de que hacía lo que mejor podía hacer en ese momento y bajo esas circunstancias… pues ella simplemente no estaba preparada para ser madre.
Tal vez se lo contaría a todos para que entendieran que estaba contenta con su decisión… tal vez sólo se lo diría a una amiga que pudiera mantener el secreto… tal vez, simplemente buscaría la manera de hacerlo y guardaría en su mente el recuerdo de lo que pasó… esto aún no lo sabía, lo que sí sabía era que había tomado una decisión…
Martha Pedraza. Licenciada en Trabajo Social, he trabajado en Asociaciones Civiles enfocadas a la promoción de los derechos sexuales y reproductivos principalmente de los jóvenes, equidad de género y empoderamiento de las mujeres. Desde hace muchos años me gusta escribir y me interesa continuar escribiendo sobre derechos de las mujeres y los jóvenes.