Ladyfest Juárez 2015, La desobediencia nos hará libres. Por Ivonne Ramírez

Texto dedicado a:
Alejandra, Itzel, Linda
y a las mujeres guerreras
que se apropiaron del
Ladyfest Juárez 2015.

Sólo son mujeres
una nota roja
viento pasajero
que a nadie le importa

Arminé Arjona

Hace poco se llevó a cabo en Ciudad Juárez la segunda edición del Ladyfest Juárez 2015, un festival feminista multidisciplinario impulsado desde la autogestión y la organización sororal horizontal. Este festival es el primero en su tipo, pues hasta ahora no se habían realizado en la ciudad eventos feministas autónomos con duración de dos días que ofrecieran actividades diversas, totalmente gratuitas, a una parte de la comunidad juarense.

Se preguntarán por qué tomó tanto tiempo que se realizara un festival así en pleno siglo XXI. También yo me lo cuestiono.

Esta ciudad parece estar suspendida en el tiempo. Caminas por las calles del centro y automáticamente te trasladas, a través de sus tapias, vestigios de casas derrumbadas y estructuras arquitectónicas, a épocas de antaño, donde al calor del verano la gente se entregaba a las tentaciones ofrecidas por la noche, y las bocas desconocidas se topaban ansiosas entre besos y tragos. Aunque se parecen, no eran estas noches, eran otras. Muchos años atrás, antes de la guerra.

No puedo ofrecer respuestas. Tal vez soy una de esas personas que de tan inmersas en el lugar no alcanzan a ver en qué proporción pesa la vida, y muchos de los procesos sociales que deberían avanzar, se alentan. Será, como lo reflexionábamos entre feministas hace poco, que el capitalismo patriarcal impone a las mujeres condiciones que las obligan a trabajar incansablemente para sobrevivir, sin dejarles tiempo para pensar en nada más. Sin embargo, eso sucede en todas partes.

Quizá sean las distancias. La ciudad ha estado apartada, aislada de las ideas progresistas y frescas a causa de los trayectos tan extensos que hay que recorrer para llegar a ella. Por lo tanto, su interacción cercana y masiva con movimientos socioculturales es casi nula. Además, los viajes son caros y Ciudad Juárez comparte frontera con la ultraconservadora ciudad de El Paso, Texas.

Aunado a todo esto, el Ladyfest Juárez vino a irrumpir en una urbe fronteriza que a pesar de aparentar ser muy liberal, cuenta cada vez con más personas que se unen a manifestaciones, no contra el apabullante número feminicidios perpetrados en esta ciudad, sino contra el matrimonio entre personas del mismo sexo. Mientras tanto se siguen cerrando clínicas de aborto en Texas, se multiplican las escuelas y congregaciones religiosas en la ciudad, y se intensifican los ataques hacia cualquier iniciativa feminista.

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Para abrirnos paso desde la autodefensa que para nosotras significó este festival feminista, no necesitamos más razones que los más de 1,500 feminicidios perpetrados en lo últimos 20 años y los 24 feminicidios cometidos de enero de 2015 a la fecha; el acoso sexual y la hostilidad hacia los cuerpos de las mujeres en los espacios públicos y privados; la indiferencia o las agresiones que recibimos de los grupos de izquierda y colectivos artísticos de la ciudad; y tener que enfrentar cotidianamente lo que implica la supervivencia en un Estado criminal, racista, clasista que ha propiciado, respaldado y prolongado esta guerra genocida y misógina.

Lo anterior es importante, ya que describir el panorama a grandes rasgos nos sitúa en un momento histórico específico y contextualiza las actividades realizadas dentro del marco del festival. Pero ¿por qué hablo de autodefensa feminista si esto no es más que un festival encaminado a concebir espacios creativos, políticos y dialógicos desde y para las personas que se asumen como mujeres? Hablo de autodefensa mientras me llega la fosa. Y hablo de autodefensa entendida desde un amplio concepto a partir de la organización y configuración de espacios combativos antiheteropatriarcales, donde las mujeres en rebeldía podamos instaurar y fortalecer redes de apoyo sororal, sitios para deconstruir las formas de relacionarnos, de divertirnos, sumando cuerpas y actos contra el machismo en todas sus expresiones.

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La contraparte de este adverso entorno son las cerca de 400 mujeres, no necesariamente feministas, que participamos activamente durante dos días en busca de nuevas apuestas, de un espacio propio. Esto habla de una necesidad tangible que está siendo abarcada por un festival en constante movimiento: un festival inconcluso, abierto a modificaciones, una plataforma de enriquecimiento mutuo y continuo desde los variados feminismos y las muchas maneras en las que las mujeres estamos paradas en la universa.

El festival nos ha dejado aprendizajes que apenas estamos aterrizando desde una mirada analítica y autocrítica, esperando poder compartirles pronto nuestros errores, aciertos y aspectos a mejorar.

Desconocemos si aquí, en nuestro ahora, seremos testigas de otra munda posible. Sin embargo estamos seguras, sin dudarlo, de que desde la desobediencia nos hacemos de alguna manera más libres, las voces nos crecen más potentes y las individuas nos volvemos colectivas.

He aquí la muestra.

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Imágenes: Carolina Rosas.

Ivonne Ramírez. Feminista, agitadora cultural, literata. Desde hace 12 años trabaja por una subversión política y cultural. Interesada en la pedagogía feminista, mediadora de lectura y escribidora de prosa, poesía y ensayo. Arde por crear espacios activamente festivos, placenteros y críticos para niñxs y mujeres, contrarrestar la misoginia interseccional, trastornar al menos una pequeña parte del heteropatriarcado desde el trabajo comunitario al lado de otras feministas, desbaratar nuestras nociones binaristas y luchar por una munda menos falogocentrista.

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