Fui la niña que creyó que estudiar una ingeniería la haría mejor,
la que quiso una profesión para ganar dinero,
la que se tragó el cuento de que si lo escogen los hombres es porque es mejor.
Soy la mujer a la que no le gusta lo que estudió,
la que quiere probar nuevas y más gratificantes profesiones,
la que no quiere encasillar su vida en un título,
la que quiere seguir aprendiendo y prefiere vivir con poco que vivir para trabajar.
Fui la niña que no se gustaba a sí misma,
la que se rodeó de amigos hombres para sentirse valiosa,
la que compitió con otras mujeres por la atención de un hombre.
Soy la mujer que dejó los artilugios en la basura,
la que tiró los tacones y guardó el maquillaje,
la que se viste para estar cómoda,
la que aprendió a quererse,
la que prefiere correr por las calles que adornarlas,
la que está con un hombre porque quiere no porque lo necesite,
la que entendió que la otra mujer es su hermana y busca esa tribu perdida.
Fui la niña que decidió tener un bebé,
la que se dejó llevar por el miedo a la hora de parirlo,
la que quedó con una cicatriz en el vientre
y las ganas de que le pusieran a su bebé en el pecho después de que lo arrancaran de sus entrañas.
Soy la mujer que no quiso creer que sus tetas eran solo deleite sexual,
la que pese a los lloros decidió usarlas para dar leche,
la que no se inmuta a la hora de enseñar un pezón si es para alimentar a su hija,
a la que no le importan las miradas morbosas y los comentarios ofensivos,
para la que la teta que ofende a otros es la fuente de vida.
Fui la niña que acudía a cumplir con un trabajo pensando que era libre,
la que creía que un sueldo medianamente remunerado valía las horas desperdiciadas,
la que dejó en una oficina valiosa parte de su vida.
Soy la mujer para la que la conciliación laboral no existió,
la que sufrió la ridícula baja maternal de tres meses,
la que no quiso seguir el teatro ni las órdenes del patrón,
la que se cansó de que no comprendieran que estando en puerperio no se quiere gastar las horas en un centro laboral,
soy la que renunció porque no le quedó de otra para dejar de sentir que estaba perdiéndose de su hija.
Fui la niña que miraba con recelo a otras,
la que se sentía incómoda en su presencia,
la que no encontraba su sitio entre ellas.
Soy la mujer que ama a la otra,
la que se niega a juzgarla,
la que no quiere ignorarla,
la que la necesita.
Fui la niña que criticaba a la madre,
la que la culpaba,
la que la anulaba pese a no saberlo.
Soy la mujer que abrazó a la madre,
la que entendió que cuando se te priva de mucho, te pueden dejar vacía y sin saber qué hacer cuando alguien más te necesita.
Fui la niña buena,
quiero ser la mujer libre.
Belem Duarte, mexicana nacida en noviembre de 1983 en la ciudad de Chihuahua. Mi experiencia me ha llevado a creer que el modo en que está estructurado el sistema nos deja confundidas y encasilladas en formas de vivir y de actuar con las que muchas veces no nos sentimos cómodas. Nos han normalizado y dentro de esa norma hay mucho que no es correcto pero es aceptable y lo aceptable debería siempre poder mejorarse. Arde por recuperar la hermandad entre mujeres y que ninguna hermana vuelva a sentirse sola.
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Ilustración de portada: Romilustraciones