Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | México, DF.- 07/03/2016
Como no ha hecho nunca funcionario alguno de la entidad mexiquense, las mujeres de diferentes edades –conocidas y desconocidas entre sí– subieron y bajaron desde las dos de la tarde del sábado de los vagones del convoy que va de Ciudad Azteca a Buenavista, para rechazar que la declaratoria de Alerta de Violencia de Género (AVG) en la entidad sirva de algo.
Al estilo de las “vagoneras” (mujeres que venden productos en los vagones del Metro), las jóvenes subían a los trenes y promovían “el silbato contra el acoso callejero”, que luego repartían gratuitamente a mujeres y niñas.
Al estribillo de “que no le digan, que no le cuenten”, las jóvenes alertaron sobre cómo se tolera y se disfraza “como amor” la violencia de género, ante la cual la mejor opción –aseguraron– es la alianza femenina, la organización y la autodefensa.
En algarabía y entre silbatazos, informaron que las instituciones de gobierno resultan insuficientes para detener los cuatro asesinatos que suceden cada semana en el Edomex y que, por el contrario, las y los funcionarios reproducen y legitiman la violencia machista.
“Siempre que silbamos la gente nos pregunta qué es ese silbido y les respondemos: si te agrede ¡silba ya!, si te persigue ¡silba ya!, si te acosa ¡silba ya! Si escuchas el silbido, todas respondemos y nos organizamos, así nos defendemos…”, cantaban las activistas antes de salir de cada vagón.
En los andenes, parejas de policías se mantenían al acecho con la intención de dispersar a las jóvenes, y señalar que en el Metro no se pueden usar carteles, aunque fuera la imagen con el nombre de una adolescente asesinada.
A pesar del acoso constante de los policías del Metro, en la estación Bosques de Aragón el grupo ya sumaba 30 personas, quienes improvisaron un baile de rap y continuaron las consignas.
Las y los pasajeros no ocultaban el asombro que les producía primero ver a tantas mujeres juntas, luego escuchar que venían a protestar, y finalmente que la situación de violencia en su entidad fuera tan alarmante.
Aunque uno que otro pasajero prefería esconder su conciencia mirando el celular y un grupo de jóvenes nerviosos hiciera comentarios y se burlara, la mayoría de la gente terminaba aprobando, aunque fuera sólo asintiendo con la cabeza, las acciones feministas.
HABLAN DE LO QUE NO SE QUIERE HABLAR
Algunas personas –mujeres y hombres– incluso aseguraron estar “muy” y “súper” de acuerdo con la protesta, ya que finalmente estaban hablando sobre un tema que les preocupa, pero del que generalmente no se quiere hablar en ningún lado, decían.
Sin separarse, en la estación del Metro Oceanía las jóvenes se plantaron en el andén con una manta larga que exigía alto al feminicidio, mientras esperaban a otras compañeras. Rapearon, se besaron y silbaron sin temor a la censura.
Luego, las mujeres transbordaron hacia la línea amarilla que las llevó a la terminal Pantitlán. Ahí, las jóvenes dejaron el Metro y todas abordaron un camión de pasajeros con rumbo al Palacio Municipal de Nezahualcóyotl, en el Edomex. En cuanto pudieron, las jóvenes colgaron su manta en la ventana del autobús.
Ya en la cabecera municipal de Neza, cerca de las cuatro de la tarde, otras mujeres esperaban a las activistas que venían de Ecatepec con más pancartas, zapatos, fotografías y nombres de mujeres desaparecidas exhibidas en el piso.
En el traspatio del reciento de gobierno, un pequeño edificio blanco con olor a orines hace de Agencia del Ministerio Público. Desde la entrada, el letrero que avisa que “no hay sistema”, la visible ausencia de personal y mantenimiento, y un Código Penal mexiquense que años atrás derogó las amenazas como delito, es también el anuncio de que en uno de los tan sólo 11 municipios donde se declaró por primera vez en el país la AVG, las denunciantes no hallarán justicia.
Como si el sol quemante de las cinco de la tarde les inyectara energía, las jóvenes se organizaron frente al Palacio Municipal para prestarse cartulinas, pintarse unas a otras las caras con mensajes de protesta, y realizar un performance con danza.
Juntas, las jóvenes ya formaban medio centenar. Se bajaron de la banqueta e hicieron lo que nunca se había visto por ese municipio: unidas en una amplia manifestación, paralizaron parcialmente el tráfico de la Avenida Chimalhuacán y caminaron por más de una hora hasta el Bordo de Xochiaca, donde desde años atrás se han encontrado más de una decena de cuerpos de mujeres asesinadas y luego arrojadas a ese canal de aguas negras.
A su paso, las jóvenes dejaron en el piso de las avenidas decenas de siluetas de mujeres marcadas con gis, también pegaron en cada poste el nombre de las jóvenes desaparecidas y rayonearon las bardas con pintas de aerosol que dejaban claro que “se quieren vivas”.
Con sus voces, ellas hicieron que las familias se detuvieran e incluso que algunas mujeres salieran de sus casas y sus negocios para informarse sobre, según dijo una vecina, “lo que el gobierno quiere ocultar”. “Y es que como ellas dicen ‘ni una más’ vamos a permitir”, expresó una mujer comerciante que, como el resto de las demás personas entrevistadas, no sabe qué es la AVG porque nadie se lo ha explicado.
XOCHIACA, LUGAR DE MUERTE
Al filo de las seis de la tarde, la manifestación llegó a su destino: un paradero de combis que está entre bardas largas y bajo un puente, sobre montes de piedra y tierra, a unos metros del Bordo de Xochiaca.
Detrás del paradero, Irinea Buendía, madre de Mariana Lima (víctima de feminicidio en el Edomex), esperaba de pie a la multitud con una cruz entre las manos. A un lado de ella, más cruces rosas entre las vías del tren por donde pasa “La Bestia” (el ferrocarril de carga en el que suele viajar la población migrante) acompañaban la exigencia de justicia por los cientos de migrantes asesinadas en su paso por México.
“¿Qué queremos en el Estado de México?”, preguntaba la mujer con voz ronca y el retrato de su hija también entre las manos. “¡Justicia!”, le contestaban las jóvenes feministas que habían enmudecido momentáneamente ante la voz fuerte de Irinea.
Del brazo de la activista Norma Andrade (cuya hija, Lilia Alejandra García, fue asesinada en Chihuahua), Irinea encabezó una breve caminata hacia una cruz de casi dos metros de largo que estaba a unos pasos de ahí.
Enterradas en la terracería y rodeadas de casas de tabique gris, esas cruces rosas, que ya son símbolo de las víctimas de feminicidio, primero poblaron Ciudad Juárez, en Chihuahua, y ahora son paisaje de los terrenos más secos del Edomex.
Frente a la cruz, varias mujeres, vecinas del Bordo de Xochiaca, apretaban las pancartas que les dieron las activistas y que exigían el cese de la violencia feminicida. Visiblemente asombradas por las palabras y la fortaleza de Irinea, las mujeres se mantuvieron de pie para presenciar la protesta que duró cerca de una hora.
Estas mujeres relataron que las víctimas de feminicidio, que ellas mismas han tenido que reportar ante la policía cuando encuentran sus cuerpos en el canal hediondo, representan un impacto para todas las familias que ahí viven; significa también que no pueden confiar en las autoridades a las que han visto conversar con los mismos delincuentes.
Con la noche encima, las madres de víctimas de feminicidio se unieron a otro grupo amplio de jóvenes vestidas con listones y flores para danzar. Dentro de una media luna formada con palos de fuego, cada danzante dio rostro a más de 15 testimonios de víctimas de feminicidio en el estado: adolescentes, adultas, estudiantes, bailarinas, unidas, solteras, todas cuyos asesinatos siguen impunes. Norma e Irinea dieron voz a sus propias hijas.
Entre humaredas, las jóvenes se pronunciaron porque a siete meses de la declaratoria de la AVG en la entidad no haya información sobre cuáles son sus avances. Y al final, hasta las y los policías que resguardaban el mitin aplaudieron el performance.
Al cierre del evento, ya con la luna de techo, una familia se quedó pese al retiro silencioso de algunas personas. Sobre una piedra, la familia escuchaba las palabras de Irinea, quien se dirigía a las y los habitantes del Bordo para que no fueran indiferentes ante la violencia feminicida; también escucharon a Norma, que ahora pedía porque compartieran la foto de una adolescente desaparecida en Tlaxcala
En silencio, las decenas de jóvenes decidieron organizarse para salir juntas del lugar con escaso alumbrado público. Esperándose una a la otra y escuchándose, todas de nuevo abordaron un sólo camión hacia Pantitlán y en grupos pequeños se bajaron poco a poco para acompañarse a sus destinos.
Este artículo fue publicado originalmente en Cimacnoticias.