“Es que fue chica fácil”. Cuando la víctima es la única culpable. #ParaNoOlvidarte, Sandra. Por María Graciela León

Sandra tenía 19 años cuando Javier, después de golpearla, la estranguló hasta terminar con su vida; desmembró su cuerpo y lo colocó en bolsas de basura que distribuyó en la unidad habitacional Tlatelolco, para después darse a la fuga por más de un año, hasta que finalmente fue capturado en julio de 2014.

El asesinato de Sandra fue un penoso ejemplo de la reproducción de la violencia hacia las mujeres en México. Sandra fue violentada no sólo por su asesino, lo fue también por los medios de comunicación y por un sector de la sociedad que no se cansa de aceptar y repetir las mismas fórmulas cargadas de misoginia y desprecio que culpan a la víctima, defendiendo así lo indefendible: los insultos, los golpes, las violaciones y el feminicidio.

A Sandra la mató un “genio de la física”, al menos así lo describieron incansablemente los diarios y la televisión. Javier Méndez Ovalle estudiaba en el IPN, era pianista y había ganado varias medallas de Física a nivel mundial, y esas “cualidades” fueron suficientes para que el feminicidio de Sandra quedara en último término. En contraste, Sandra era una joven de Ixtapaluca, Estado de México, acababa de salir de la preparatoria y no había logrado entrar a la UNAM, por lo que estaba buscando trabajo mientras hacía su segundo intento por acceder a la universidad pública.

En un mundo que insiste en categorizar a las personas, Javier pertenecía a la cúspide, a las “jóvenes promesas”, mientras que a Sandra la colocaron como una mujer de “segunda categoría”, una más entre los anónimos de la clase media baja, y por lo tanto, desechable.

En el mar de titulares que sólo estaban interesados en la vida de Javier, que únicamente colocaban su imagen y hacían hincapié en sus “virtudes”, el nombre de Sandra se desvaneció y quedó reducido al genérico de “jovencita”: “Las autoridades del DF buscan a un campeón de física por un homicidio”; “Promesa de la física, sospechoso de asesinato”; “Presunto asesino de Tlatelolco era taciturno”; “Busca la policía a joven genio que asesinó y descuartizó a una jovencita”; “Young Mexican genius an alleged murderer pursued by police”. Invisibilizar a Sandra fue el primer signo de su revictimización.

Por si fuera poco, cuando se le llegó a nombrar fue para condenarla, y el ejemplo más contundente quedó escrito en la crónica de Alejandro Sánchez Gonzalez [1], de la revista Emeequis, texto que en su momento fue denunciado por grupos feministas y en un par de artículos críticos [2]. La narración de Sánchez inicia así: “De cómo un joven de 19 años, deportista, amable, educado, talentoso, se transformó en alguien que no era él y terminó por encajar un cuchillo en un cuerpo sin vida, de eso se trata esta historia”. El cronista continúa elogiando a Javier Méndez Ovalle, trazando un perfil que despierte la empatía en sus lectores, mientras trata a Sandra con una hostilidad que ni siquiera se preocupa por disimular: la describe como una mujer que “no atinaba a definir qué hacer”, “una niña chiquita que no tuviera corazón”.

Sandra era “una ojete” que -en la reconstrucción hecha por el cronista convertido en perito-, después de encontrarse con Javier en su departamento, se burló de sus logros académicos, “provocándolo” hasta que el joven genio se cansó, la golpeó casi por accidente y la estranguló.

Otros escritos sobre el caso hablan de Sandra en estos términos: “A sus diecisiete años, se dedicaba a vagar con sus amigas, a buscar trabajo sin deseos reales de encontrarlo y a conocer gente nueva a través de internet”, mientras que del asesino se decía que: “a todas luces, era un joven destacado, muy inteligente, estudioso, cuyo futuro prometía logros y satisfacciones en todos los niveles de su vida”. Estos textos evidentemente intentan minimizar el feminicidio de Sandra desvalorizándola y, no conformes con eso, la culpan abiertamente, justifican la violencia que se ejerció sobre ella y la responsabilizan de su muerte.

Pero este horror no se queda en la forma en que los medios trataron a Sandra; un amplio sector de la sociedad también la condenó, incluso la insultó. Bajo la cortina del anonimato, las redes sociales han sido, entre otras cosas –positivas y negativas-, un estupendo catalizador de la peor mezquindad. Sandra conoció a Javier a través de Facebook, él le ofreció un empleo como edecán, la citó en el metro Tlatelolco y ella accedió, hecho que para las “buenas conciencias” justifica a todas luces un feminicidio. Sí, en esta sociedad la víctima siempre será la culpable: “Por putita fácil” escribió el usuario Jir Sols; “por andar de puta” afirmó Eduardo Toledo; Don Anónimo dijo “pobrecito, perder su futuro por una puta”; otro anónimo escribió “es una lástima que terminara así por una maldita golfa, a grandes rasgos el país perdió mucho con su encarcelamiento y no la perdida de la joven, yo hubiera hecho lo mismo”. Estas coléricas reacciones que responsabilizan y agreden a la víctima, son sólo la punta del iceberg de la estructura machista en la que vivimos.

La vida de Sandra Camacho Aguilar fue truncada por un asesino que no valía más por ser considerado un “genio”. Su muerte fue un feminicidio que no se nombró. Por eso aquí la nombramos, no la olvidamos y denunciamos la violencia que sufrió aún después de que le arrebataran la vida. A consecuencia de esta violencia no sabemos mucho de Sandra, pero nos quedamos con las palabras que sus seres queridos le dedicaron en su lápida: “El que te hayas ido no significa que nosotros te olvidemos porque parte de ti se queda con nosotros. Siempre te recordaremos con el mismo amor. Recuerdo de tus padres, hermanos, familiares y amigos”.

La única imagen que encontramos de Sandra fue la que sus padres proporcionaron para denunciar su desaparición en junio de 2013.

+

[1] http://www.m-x.com.mx/2014-09-21/el-joven-que-tocaba-el-piano-y-descuartizo-a-su-novia-int/

[2] http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle20885.html; http://www.la-critica.org/opinion/la-joven-que-no-sabia-tocar-el-piano-y-fue-asesinada-por-un-feminicida/

About La que Arde

Somos una revista vigilante. Compartimos con nuestras lectoras contenido de interés público. Dialogamos sobre formas de construir una sociedad más justa para las mujeres y niñas.

Check Also

#ParaNoOlvidarte, Lucía. Por Raquel Rosario Sánchez

Un rosario unía las manos de la mamá y el papá de Lucía, mientras esperaban …

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

La que Arde