“Mujer, si te han crecido las ideas
de ti van a decir cosas muy feas”
Gloria Martín
Que para exorcizar los malos recuerdos hay que contarlos como un cuento, recomendaba Isabel Allende. Aquí hay algo de eso, pero se trata, en cambio, de una obra de teatro. Un proceso creativo, una mutación a través del teatro como un chamán que puede devolver lo mejor de nosotras. De ellas, mejor dicho, de las mujeres que actúan, de la directora de la obra, de la cantante que cierra con esa canción maravillosa que popularizó Amparo Ochoa y que lleva por nombre ése que nos nombra a nosotras: “Mujer”.
Esta obra, “Todavía”, la tercera del grupo Xolobal A’ntz, es una puesta en escena que muestra la vulnerabilidad que implica ser mujer, indígena y pobre, que recorre con un humor, que conmueve los miedos y las soledades, el maltrato padecido durante tantos años, la discriminación y la injusticia como destino ineludible. Diálogos, vestuarios, ¡hasta máscaras! que denuncian la opresión que empezó hace más de 500 años. La conquista y la colonización cambian de rostro y de mañas pero siguen su itinerario de despojo, potenciadas, además, por el patriarcado que devora los cuerpos y la dignidad de nosotras, las mujeres.
De cómo el teatro empoderó a las madres solas
Al hogar comunitario Yach’il Antzetic -que en lengua tzotzil significa “mujeres nuevas”- de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, llegan mujeres solas embarazadas que no cuentan con ningún apoyo. Allí reciben atención prenatal y durante el parto, asistencia psicológica, afectiva y económica.
Fue allí que Gabriela Ottogalli, actriz y directora teatral, venida desde el sur austral pero mexicanizada hace casi dos décadas, comenzó a dar un taller de teatro en el que reunió a varias de las mujeres y las puso a crear desde el lugar más sincero posible: sus propias vidas.
“La primera obra la hicimos en 2010 dentro del hogar y se llamó ‘Una historia de vida’. Ahí participaron 14 mujeres en el proceso y las presentaciones”, relata Ottogalli. Luego el grupo voló fuera del hogar para conformarse como el grupo independiente Xolobal A’ntz, que en lengua tzotzil quiere decir “reflejo de mujer”. Entonces estrenaron su segunda puesta: “La historia de Celia”, a la que le siguió “Todavía”, la obra que presentaron en varios espacios chiapanecos durante 2016. La directora cuenta también que en medio de esas dos obras hubo un proceso de una puesta a partir de relatos que no aún no han podido estrenar. “Siempre partimos de la creación colectiva, de las inquietudes del grupo. A veces de las propias historias o de historias que nos reflejan”, añade.
En “Todavía” actúan Antonia Gómez Girón, Martha Gómez Díaz, Elvira López Gómez y Dalia Pérez. Antonia, Martha y Elvira pasaron por el hogar, y allí se sumaron al proceso teatral. Dalia se unió después y halló a través de la obra y el recorrido con sus compañeras el poder para reivindicar su ascendencia. “¿Qué significa ser indígena?”, se preguntó a ella y al público luego de una de las funciones de noviembre en San Cristóbal de las Casas.
Y respondió: “ser indígena significa ser digna”.
Humor, simbolismo y Rosario Castellanos
“Toda la memoria amarga
que el indio adormece en la embriaguez y en la oración”
Rosario Castellanos. Oficio de tinieblas.
“Todavía” retoma anécdotas, historias de vida, jirones de recuerdos de las protagonistas que se alternan como escenas cortas con diálogo o simplemente a modo de imagen escénica. Sólo dos momentos no son construidos con base en estas vivencias. Se trata de dos pasajes de la novela “Oficio de tinieblas” de la escritora chiapaneca Rosario Castellanos.
La puesta aborda con un humor que llega a incomodar escenas que para muchas mujeres indígenas han formado parte de su recorrido vital en la ciudad, a la que, como ellas mismas cuentan sobre el escenario, llegaron para estudiar y trabajar desde pequeñas, cuando ya no podían permanecer en sus comunidades.
Vemos entonces a la caxlana mofándose: “ay, pero mírenla a la india, ¡si hasta habla por celular!”; o a la empleada del hospital que reniega de la “india” que, con su bebé a cuestas, pide por el doctor; o a la turista que de manera frenética le toma fotos a la mujer indígena que ofrece sus productos en el mercado.
Otros momentos de la obra aparecen cargados de simbolismo. Dalia y Elvira portan antifaces blancos y a través gestos sutiles, de esa mirada escondida, logran recrear en abstracto escenas de sometimiento, de despojo, el sufrimiento cotidiano de quien es discriminada en la calle, en la casa, en la cama.
El por qué del título de la obra surge hacia el final cuando las actrices, ya fuera de sus personajes, manifiestan lo obvio, lo pendiente: “Quedan muchos señores y señoras abusivas que todavía nos humillan por ser mujeres, por ser indígenas. No es paz así. Pero nuestro corazón no es el mismo, ni nuestro pensamiento. El corazón y el pensamiento de muchas mujeres indígenas ya no es el silencio”.
La voz dulce de Maruca Hernández Ramos cierra el espectáculo, con ritmo de guitarra y entonación encendida que canta: “Mujer, si te han crecido las ideas, de ti van a decir cosas muy feas”, de la canción escrita por la venezolana Gloria Martín y popularizada aquí por Amparo Ochoa.
El público pide más
“Todavía” hizo sus últimas presentaciones durante noviembre en San Cristóbal. Luego de cada función se abrió un espacio de ida y vuelta con el público. Allí las y los presentes manifestaron su profunda admiración y eterno agradecimiento a las actrices, instaron a la compañía a que las funciones continúen y escucharon las palabras de las protagonistas.
“Yo le agradezco a todos esos problemas que tuve porque ahora soy fuerte, ahora siento que tengo esas fuerzas de salir adelante, siento que me he transformado. Más con el teatro”, reflexionó Martha al calor del aplauso ardiente de la audiencia. Antonia, Dalia, Elvira hicieron lo propio: agradecer al público, al teatro por cambiar sus vidas. Y luego de sus palabras, de las de Gabriela, la directora, de la ovación a la melodía de Maruca, llegaron las voces postergadas de esta historia: las de las hijas e hijos de las actrices, esas niñas y niños que vienen acompañando el proceso desde sus inicios. Después de todo, fue a causa de su llegada al mundo que las mujeres llegaron al hogar y encontraron el teatro como motor de cambio.
“Estoy muy orgulloso de que mi mamá haga esto, de la valentía que tuvo para cuidarme. Y hay un dato: indias, sólo son las que están en India, ustedes son indígenas, no son indias”, expresó Eric, de 12 años, hijo mayor de Elvira, que conmovió al público hasta la carcajada con su saber compartido. Para Gabriela, la directora, fue muy importante que las pequeñas y pequeños tomaran la palabra, porque siempre estuvieron presentes en el proceso.
Este ida y vuelta con el público fue también un aliciente importante para la compañía, que pretendía cerrar con estas funciones el ciclo de la obra. “Se nos despertaron las ganas otra vez”, confiesan. Y, por otra parte, se preparan para empezar otro proceso creativo a partir de febrero.
“El teatro es algo que queremos y necesitamos en nuestras vidas hoy día. Como grupo seguimos eligiendo hacerlo porque nos acompaña en nuestro cotidiano”, concluye Ottogalli.