En los 14 años que llevo viviendo mi sexualidad, nunca había tenido un orgasmo durante el coito con otro ser humano. Eso cambió hace unos días cuando, quitándome todos los prejuicios, decidí asistir al taller de masturbación femenina impartido por el colectivo Sexualidad Deliciosa. Y no, no fue gracias a las dotes de un súper hombre, ni hubo velas, ni romanticismo telenovelero de por medio. Fue ahí, tumbada en un salón, junto a 15 hermosos y diversos cuerpos femeninos, que tuve mi primer orgasmo acompañado de eyaculación. Toda una revelación.
Al llegar al taller, vi a 15 mujeres con edades desde los 20 a los 40 y tantos años. Todas calladas, algunas nerviosas. Vinieron las presentaciones. Entonces los cuerpos comenzaron a tener un nombre y una historia de vida.
La primera parte del taller se centró en el (re)conocimiento de nuestra anatomía. Alicia -la facilitadora del taller- se desnudó y nos invitó a hacerlo también conforme nos fuéramos sintiendo cómodas. Nunca he tenido problemas con la desnudez –propia o ajena- así que seguí su ejemplo y me despojé de todo. Sin embargo, me di cuenta que la mayoría de las chicas lo iban haciendo con más pudor. Con gráficos, modelos 3D del clítoris y en sus propias vulvas, Alicia y Delia –la otra facilitadora- nos iban enseñando las partes de las que se conforman nuestras vulvas y el vestíbulo de nuestras vaginas. Fuimos incluso capaces de observar los ductos eyaculatorios en ellas –algo que hasta hace unos días no sabía que fuera posible-.
Al fin vino la parte de la práctica. Nos desnudamos todas por completo y para mí fue hermoso observar los cuerpos de todas esas mujeres, mis cómplices, mis compañeras de “crimen”, sin prejuicios. Tuvimos la oportunidad -muchas por primera vez- de conocer otras vulvas, de darnos cuenta de lo diversas y únicas que son, muy alejadas de ese ideal que vemos en las películas porno, que apunta, en la mayoría de los casos, al consumo masculino. Aquello era toda una miscelánea de labios vaginales: esbeltos, carnosos, largos, cortos, rosados, morenos, pequeños y grandes. Fue entonces cuando Alicia nos comenzó a dar las técnicas de masturbación clitoriana y todas, recostadas una junto a la otra, pusimos “dedos a la obra”. Por primera vez en mi vida me di el regalo de tocarme con cariño, con cuidado, con amor. Mi forma de masturbación previa a este taller era por medio de la fricción en el colchón, algo que implicaba mucha tensión y que, aunque me provocaba placer, nunca terminaba en orgasmos intensos, y sí en un dolor de vientre súper incómodo por días, pero es que nadie nunca me enseñó a masturbarme. Por primera vez en mi vida fui consciente del enorme potencial de amor y cuidado que poseo para conmigo misma y tuve sentimientos encontrados, pues me di cuenta que nunca, ninguna de las parejas sexuales que yo había tenido me había tocado así, con tanto amor y cuidado. Pero también me di cuenta que yo nunca se los había pedido, porque ni yo misma sabía cómo amarme así. Y a la que no habla, Diosa no la oye.
Al tiempo, las facilitadoras nos dieron a cada una una balita vibradora con la que comenzamos a repasar las técnicas ya implementadas. Y a partir de ahí no recuerdo mucho, porque de pronto dejé de pensar, de escuchar. De pronto sólo éramos yo y mi placer. Yo y lo rico que mi cuerpo sentía.
Sentí muchas, muchas ganas de orinar y demasiado placer y ¡boom!, vino la explosión, la liberación… Un chisguete intenso que salió disparado como chorro y que escuché caer al suelo a pesar de –según yo- estar “apretando la pipi”. La primera venida de mi vida –literal- que mojó la colchoneta, la toalla y el piso, y que me liberó al fin de tantos prejuicios, de tantas conductas mal aprendidas. La venida de mi vida que nunca tuve al coger con nadie –porque hoy entiendo que eso es lo que he venido haciendo, sólo coger, así, sin amor propio- y que sólo yo podía proveerme. Un orgasmo que no requirió de penetración para hacerse presente.
Volví en mí y, aunque Alicia nos había comentado que ella se procuraba orgasmos múltiples al continuar estimulándose después de tener el primer orgasmo y que nosotras podíamos intentarlo también, yo ya estaba más que satisfecha. Por primera vez en mi vida los adjetivos “plácida” y “complacida” tuvieron total sentido para mí. Y vino a mí la imagen de las pelis donde las personas fuman después del sexo con una mano atrás de la cabeza y reí, pues ya no me parecía tan absurdo el cliché.
Terminó el tiempo de la práctica y Alicia y Delia hicieron el llamado para irnos incorporando y compartir, si así lo deseábamos, algo sobre nuestra experiencia. Una a una las compañeras fueron hablando y en todas ellas había sentimientos de agradecimiento y sororidad, de complicidad por lo que ahí acaba de ocurrir. Unas tuvieron orgasmos, otras no, pero todas coincidimos en que ésta es una actividad profundamente liberadora, pero sobre todo sanadora.
Decidí escribir esto porque -como Alicia dijo- concuerdo en que la masturbación es un medio muy poderoso de liberación femenina. Los hombres están muy acostumbrados a verse desnudos entre ellos, masturbarse juntos e incluso compartir técnicas de masturbación. A nosotras se nos ha mal-enseñado otra forma de conducta respecto a esta práctica, lo cual nos ha quitado poder y nos ha desunido como género, al tachar de “indecentes” a las mujeres que se animen a hablar abiertamente de estas prácticas y salirse de la norma. Escribo esto porque pensé en mi abuela sometida, que muy probablemente dejó este mundo sin haber tenido un solo orgasmo y me horroricé, pues, después de este parteaguas en mi vida, creo justo y deseo que cada una de mis hermanas tenga la oportunidad de darse el amor y cuidado a sí misma que nos han dicho se debe buscar afuera y que compete sólo al hombre proveerlo por tener un pene que cabe en nuestra vagina. Escribo esto porque así nos liberamos nosotras y los liberamos a ellos de una carga absurda que alguien impuso alguna vez.
Sí: “El orgasmo es de quien lo trabaja”, pero también puede y debe ser compartido cuando así se decida. Sólo así seremos libres de creencias y formas de comportamiento esclavizantes respecto al papel que nos toca desempeñar como género y podremos decidir ejercer esa libertad en solitario o acompañadas.
Hoy la masturbación es mi liberación. Hermanas ¡liberémonos juntas!