¿Cuál es mi historia? Ésta es la pregunta más fundamental que puedo responder. Porque mi mundo está escondido dentro de mi lenguaje. Cuando hablo, tan solo revelo la punta del iceberg de mi mundo. Todo mi sistema de comunicación con su lenguaje está oculto en mi interior y puede revelar cualquier cosa de mi: mi pasado, mi presente o el futuro que estoy diseñando. Creo mientras hablo. Me doy forma mientras hablo.
Me quito el sombrero. Un sombrero hecho de ideas, de prejuicios, de conceptos, de conversaciones, de influencias, de dogmas, de programas que fueron introducidos muy temprano en mi mente y campo energético que posiblemente mueven mis intenciones. Sé que nunca podré desprogramarme completamente porque pertenezco a esta civilización. Sin embargo, sí puedo situarme en mi cuerpo, desde mi biografía hasta el centro de la galaxia de la vía láctea. Presentarme con una respiración profunda ante la mirada fenomenológica sobre lo que pienso, en lugar de dar mi pensamiento por sentado.
Esto que yo veo y pienso no es igual a la verdad, porque si eso que yo pienso y veo no ha hecho un recorrido por mi cuerpo se queda en el aire. Y justo eso que permanece en el aire es algo que me pongo como un sombrero. Me pongo el sombrero de lo leído, de lo que me han dicho, de la herida del vacío cognitivo, más no de lo que he vivido. Entonces entrego mi riqueza creativa mental a dictaduras cognitivas, a maneras de organizar la información que sirven a una agenda que me aleja de la sabiduría de mi cuerpo.
Mi mente bajo la narrativa de la dictadura opresiva aprende a tomar las riendas, a perder energía por la boca. Mi mente se ordena y se organiza para sobrevivir. Es posible que mis decisiones adaptativas pasen por tomar ideas o ponerme sombreros que no he interrogado. Sombreros vinculados a procesos de aprendizaje que me han influenciado en lo que pienso de mí que tampoco he interrogado.
Los límites de mi lenguaje son los de mi territorio mental. Reinos de Mercurio. Las palabras que uso conectan y reflejan mi realidad. Mi percepción pasa por los lentes de mi mentalidad básica. Doy significado a mis experiencias, eventos, situaciones, a las personas que me rodean. Y luego vivo esos significados olvidando que fueron creados por mí.
¿Cómo lleno mi vacío de palabras por miedo a no sostenerme en el silencio? Soy la escuela y a la vez la escuela es mi entorno inmediato. El ecosistema se mueve conmigo. El intercambio de información multisensorial que sucede está conectado a mi sistema nervioso. Esto es Géminis: la información que circula en mi red desde lo neuronal hasta lo vincular. Es aquí donde la palabra ocupa su lugar.
¿Qué se lleva el viento del cambio? ¿Qué trae la brisa de la renovación? ¿Son vientos suaves o tormentas las que se presentan en estos momentos? ¿Cómo está el reino de mis pensamientos? ¿Quién me habita? ¿Estoy en un bucle agitado, en paz creativa, en el gozo de la comprensión y la integración? ¿Me siento con la mirada curiosa y agradecida o ando fija y aferrada a lo que hasta ahora me ha sostenido en una determinada narrativa, en una versión limitante a la que me aferro por miedo al cambio, a lo desconocido?
En esta Luna Nueva en Géminis que recibe a Urano, Mercurio, Júpiter y Venus en su casa, quiero sembrar el arte de la interrogación. Ampliar mi narrativa psíquica hacia el gozo de mi cuerpo vivo, del valor de ser galaxia. Recrear la relación con el arte de mi auto interrogación para reconectar con mi voz. Siembro la semilla de la curiosidad, de la inocencia de aprender del universo, de ampliarme. Me muevo por el mundo sin saberlo todo, no tengo que saberlo todo, me encanta no saberlo todo. Me abro al movimiento. Cuando aprendo crezco, me hago más fuerte. Disfruto del vínculo, la red, el círculo sin presión, ni premio, ni castigo, ni comparación, ni obligación. Invoco el poder de usar mi mente para rescatar el fruto de mi pensamiento soberano y creativo. Esta chispa viva dentro mi capaz de generar una reflexión libre y autónoma. Me desmarco de la adicción a la comparación, a la medición, a la competencia mental, a la mentira mediática.
Con la llegada de Júpiter y Urano a Géminis, lo acordado está vivo. Cambia de sentido. Se renueva, se habla, se revisa. Puede haber incompatibilidades biográficas. Diferencias de tiempo y espacio significativas que a veces el vínculo no puede sostener y se convierten en una carga. Esto no tiene nada que ver con el amor. Podemos amarnos y el sentido de nuestras vidas ser incompatible en el presente. Así que pasa por tener la claridad compartida. Administrar el tiempo juntas. Honrar las oportunidades de sentir la conexión viva sin exigir que esta afinidad, este amor, tome un rumbo específico o pre-imaginado. Me hago cargo de lo que ofrendo en mis relaciones al observar cómo lo que me ha condicionado participa de mi intención.
Esta reunión astral en Géminis trae la oportunidad de observar y habilitar la antena de mi percepción singular, de mi diferencia cognitiva que se ensambla en la inteligencia suprema del universo mediante el aire vivo que habito y respiro. Conectar con todos los órganos duales de mi cuerpo, especialmente los pulmones bosque de mi ecosistema. Honro mi respiración. Respiro la vida que aprende, se conoce y juega a través de mí. Respiro para suavizar la resistencia. El aire me nutre con nuevas ideas, narrativas más amplias que expanden mi percepción. Versiones amorosas cargadas de bondad y renovación sobre mi historia y sentido en la Tierra me transforman.
Por Lestreya
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