Cambio libros por pañales. Por Alice Poma

Que sólo por tener un útero la mujer tenga que ser madre me parece una estupidez que sólo un hombre podría concebir. Un hombre respaldado por una iglesia, la que sea, y por un Estado, el que sea, ya que tanto iglesias como Estados llevan siglos metidos en vaginas y úteros reivindicando no sé cuál derecho de propiedad con el objetivo de tener súbditos, esclavos y soldados como carne de cañón.

Por lo que a mí concierne, aunque sea mujer, no quiero ser madre, y por suerte no hay religión o Estado que pueda obligarme a serlo (aquí y ahora); de lo contrario, lo más probable es que terminaría pagando mi decisión con mi vida, como lo han hecho muchas mujeres con menos libertad de la que tengo yo hoy (libertad que es el resultado de la lucha de muchas mujeres que no podían ni imaginar que yo nacería un día), así que agradezco a todas las que lucharon por el derecho a la no maternidad, o a la libre maternidad. Me gustaría explicar mis razones para no querer ser madre, con la idea de compartir con otras mujeres mi experiencia, por si pudiera ayudar alguna mujer a no sentirse tan rara, o a alguna otra a saber que no está sola.

La cultura católica (porque vivimos bajo esta influencia aun no siendo católicas) tiene como icono una virgen con su hijo (varón). Ya empezamos mal: no se puede ser madre siendo vírgen, ya está comprobado, así que mienten desde el principio. No sólo se trata de tener sexo y quedar embarazada, después hay que llevar a la criatura nueve meses dentro del cuerpo y enfrentar todo lo que implica dejarla salir. Personalmente, todo ese proceso no me atrae. Soy pésima aguantando el dolor, y pensar en nueve meses de peso en el estómago, y después en el dolor que implica el parto, sólo me aleja de lo que algunos llaman “el instinto materno”.

Además de la imagen sagrada de la madre, que imagino toda religión tiene, por estar relacionada con el culto originario de la fertilidad, está la que el capitalismo difunde para vender sus productos y reproducir su ideología, presentándonos imágenes de madres felices y guapísimas que no reflejan ni de lejos el cansancio y agotamiento que una madre padece cotidianamente. La distancia entre la realidad y lo que nos venden es tan grande, que muchas mujeres sufren de depresión al convertirse en madres. Una amiga que es madre una vez me dijo que había que denunciar todas las mentiras que se decían acerca de la maternidad, y preparar de verdad a las mujeres que querían ser madres. No dudo que ella tuviera muchas razones para elegir ser madre…a mí, en lo personal, me encanta dormir, y no me gustaría tener que cambiar mis hábitos de sueño, el de la siesta incluido, por ser madre. También me encanta poder decidir ir de viaje en cualquier periodo del año sin depender del calendario escolar; no gastarme todo el salario en lo que el sistema capitalista hace creer que la niña o el niño necesitan; no tener que relacionarme con personas con las que no tengo nada que ver sólo porque son madres y padres de las y los amiguitos; y poder pasar el fin de semana en un sillón leyendo un libro sin tener que pensar qué hacer con un/a niño/a que necesita atención y estímulos.

Considerando, además, que éste no es un mundo del que podamos sentirnos orgullosas/os, me pregunto con qué cara le diría a esta criatura que la/lo traje a un mundo donde reinan violencia, guerras, explotación, y que además estamos destruyendo no sólo socialmente, sino también a nivel ambiental. No vivimos en un mundo libre, y mucho menos en un mundo sano. El modelo capitalista está acabando con el planeta, y creo que tendría problemas en explicarle a la criatura que le he dado vida sólo para que lidie con algo con lo que él o ella no tiene nada que ver.

Decidir ser madre y padre es una responsabilidad muy grande, que tendría que ser tomada con mucho cuidado. El sexo es una cosa, uno de los placeres de la vida, pero dar vida es otra. Tenemos la mala suerte de que para tener hijas/os primero hay que tener sexo, porque si el requisito fuera leer libros o escalar una montaña (puse de ejemplo dos actividades que me encantan y que creo que son menos populares  que el sexo, pero en su lugar se puede poner cualquier cosa), el planeta no estaría sobrepoblado. Eso es seguro.

Al contrario de lo que sucede con los hombres, si una mujer dice que le gusta tener sexo, tomar, o hacer cualquier cosa que produzca placer, es considerada puta. Eso porque en la cultura mundial dominante la mujer o es madre, o es puta. Lo que me gustaría reivindicar a través de este texto es que podemos ser mujeres y nada más, con todas las contradicciones de los seres humanos (sí, ¡lo somos!), con ganas de disfrutar de los placeres de la vida y sin tener que renunciar a nuestra libertad.

Porque al final todo esto es cuestión de libertad. Al convertirse en madre, una mujer pierde muchas libertades (de las conquistadas en este mundo, que, insisto, no es libre), entre ellas la de poder dedicarse a una profesión sin tener que pensar en el hogar, la de poder vivir plenamente su vida sexual, la de dedicar todo el tiempo que quiera a sí misma y no al cuidado de terceras personas, etc.

Ser madre puede ser una experiencia muy satisfactoria, y no digo que no haya muchísimas madres felices, pero la maternidad conlleva una pérdida de libertad, ya que la criatura depende de su madre durante décadas, y además la sociedad (es decir, el entorno familiar, los conocidos, el Estado, la iglesia etc.) hace presión para que la criatura sea educada según las reglas del grupo social y cultural al que pertenece.

PARA-ALICE-POMANUEVA

Lo peor es que la criatura no sólo dependerá (con sus excepciones) de su madre y padre para sobrevivir, sino que después, en aspectos como la educación y la salud, también dependerá del Estado, que jugará un papel definitivo en la vida de su hija/o sin que puedan oponerse. Personalmente, el hecho mismo que alguien dependa de mí no me gusta, pero aún menos la idea que la sociedad pueda presionarme a través de eso.

Finalmente, considerando que mi vida me encanta, así como está y sin cambios, y que, aun queriéndolo, en esta sociedad no es posible garantizar un vida digna, libre y feliz a una criatura: reivindico mi derecho a la no maternidad.

Desde mi rinconcito del mundo intentaré seguir luchando para que quienes ya vivimos en este planeta podamos aspirar a tener una vida digna, libre y feliz, pero sin traer a nadie más a este mundo, que ya somos muchxs, y la cosa pinta muy mal.

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