Involuntariamente atrapadas en la más cruenta guerra que haya enfrentado nuestro país (la que actualmente sostiene el narcoestado mexicano contra la población civil), las mexicanas seguimos siendo orilladas a enfrentar una guerra adicional: la que se libra sólo contra las de nuestro sexo.
Esta guerra no inició en la década de los 90 en Ciudad Juárez, sólo comenzó a hacerse visible, gracias a los estudios de género que comenzaron a nombrarla, en ese espacio histórico. Esta hecatombe, que implica el asesinato de mujeres y el ejercicio sistemático de la violencia contra las mismas por razón de su sexo, tiene sus antecedentes en la que se practicó con singular bestialidad durante el holocausto mexicano (romantizado en los libros de historia como “Conquista de México”), instrumentada en primera instancia por los “conquistadores” españoles contra las mexicanas en los siguientes términos:
“Mientras estaba en la barca, hice cautiva a una hermosísima mujer caribe, que el susodicho Almirante me regaló y después de que la hube llevado a mi camarote, y estando ella desnuda según es su costumbre, sentí deseos de holgar con ella. Quise cumplir mi deseo pero ella no lo consintió y me dio tal trato con sus uñas que hubiera preferido no haber empezado nunca. Pero al ver esto (y para contártelo todo hasta el final), tomé una cuerda y le di de azotes, después de los cuales echó grandes gritos, tales que no hubieras podido creer tus oídos. Finalmente llegamos a estar tan de acuerdo que puedo decirte que parecía haber sido criada en una escuela de putas” (1).
En segunda instancia apareció la guerra auspiciada por la iglesia católica, institución que desde su fundación ha hecho patente sin pudor alguno su odio contra las mujeres:
“La mujer es un defecto de la naturaleza, una especie de hombrecillo defectuoso y mutilado. Si nacen mujeres se debe a un defecto del esperma o a los vientos húmedos. Sólo es necesaria para la reproducción”. Santo Tomás de Aquino
“La mujer es una bestia que no es firme ni constante, llena de odio, que alimenta maldades…es fuente de todas las discrepancias, querellas o injusticias”. San Agustín
De este odio nacieron aberraciones como el “derecho de pernada”, del que se servían “señores” y hacendados para violar a las esposas de sus peones el día de su boda; y el otro holocausto, romantizado en los libros de historia como “Santa” inquisición, durante la cual millones de mujeres fueron sádicamente torturadas y quemadas vivas a lo largo de casi 400 años por jerarcas de la Iglesia católica.
No es que actualmente nos odien menos. Es que en el camino de los siglos se les fueron apareciendo los derechos humanos, y de pronto a los Norbertos Rivera les fue derogada la facultad de torturarnos y quemarnos vivas, y a los hombres en el poder en un punto la lucha feminista los orilló a reconocer nuestro derecho al voto (hace apenas 60 años), a la educación y al divorcio voluntario, entre otros que su odio nos arrebató durante siglos.
Por otros, tan básicos como el derecho a la vida, tenemos que seguir luchando en pleno siglo XXI.
Y como la historia nos ha dejado claro que los derechos individuales se conquistan luchando en colectiva, hemos dedicado este número al “comadreo”, como lo llaman las Mariposas de Alas Libres en Colombia, a la “unión poderosa”, como la llama Sampat Pal, líder del Ejército de los Saris Rosas en la India, a la luz que se hace entre nosotras cuando conspiramos a favor de nuestra alegría y nuestra libertad. De nuestras vidas.
Dada la alarmante vigencia del tema, y la urgencia por enfrentarlo, hemos decidido dejar esta convocatoria permanentemente abierta, por lo que las invitamos a seguir enviándonos sus propuestas de autodefensa organizada contra la violencia feminicida a: laquearde@riseup.net.
Porque salir a las calles o entrar a nuestras casas o elegir la ropa que nos pondremos hoy no debería implicar un riesgo de muerte.
Porque la autodefensa no es sólo un derecho que el patriarcado nos ha arrebatado históricamente, es una necesidad impostergable frente a la guerra institucionalizada de odio y exterminio que actualmente debemos enfrentar sin importar nuestra edad, raza o nivel socioeconómico.
Porque estamos muy vivas. Y muy despiertas.
Porque no volveremos a poner la otra mejilla.
Agradecemos a Marta Alonso (Virgulilla Ilustraciones) su poderosa aportación para ilustrar la portada de este número desde la óptica colectiva. http://virgulillailustracion.blogspot.com.es
Agradecemos a Romina Ortega Mella (Ro) su poderosa aportación para ilustrar la portada de este número desde la óptica personal. http://rominaortegamella.blogspot.mx
(1) Tzvetan Todorov. La conquista de América.