Lo aprueban la iglesia católica (incluido su actual líder); el gobierno de los Estados Unidos (que con tanta libertad se permite intervenir en lo que concierne a sus intereses económicos en su patio trasero); la ONU con sus recomendaciones y sus iniciativas pop pintadas de naranja, y países como Francia, España, Reino Unido y Alemania, siempre tan prestos a desgarrarse las vestiduras de los supuestos derechos humanos cuando aparecen posibilidades de invadir y saquear las riquezas de otros países.
Con la postura política que representan sus silencios, los líderes del mundo han legitimado el genocidio de mujeres que lleva 25 años gestándose en México. Con su silencio, le hacen saber a los feminicidas que pueden seguir adelante, que lo que están haciendo no es reprobable, que si la autoridad interviene, lo hará para encubrirlos, como sucede todos los días detrás de los mostradores de los Ministerios Públicos en México.
El genocidio de mujeres en México es un acuerdo implícito entre los dueños del mundo.
Y es que visibilizar lo uno está necesariamente ligado con lo otro: la industria de la explotación sexual de niñas y mujeres (tercer delito más rentable en el mundo, después del tráfico de drogas y armas), que son secuestradas para después ser consumidas como animales por mexicanos y extranjeros de todos los niveles socioeconómicos, le genera a las autoridades de países como México ganancias multimillonarias que, sobra decir, no están dispuestos a arriesgar.
Mientras tanto en México siguen apareciendo cuerpos de niñas y mujeres descuartizadas, quemadas, vejadas, torturadas, flotando en canales, en bolsas de basura o en maletas frente al marasmo nacional. Si las víctimas del fenómeno fueran hombres futbolistas o políticos, muy probablemente la reacción de las autoridades sería radicalmente distinta. Pero para ellos las mujeres que no son para consumo, como dice Anonymous en el video de denuncia que aquí les presentamos, valemos menos que las ratas.
Hoy a ese macabro silencio institucional se le impuso el reclamo de una organización mundial que decidió señalar, gritar, denunciar que esto es un genocidio y que es urgente tomar medidas para confrontar al narcoestado y sus cómplices mundiales. Esto nos vuelve a recordar que esta guerra es el asunto más apremiante en la agenda nacional de los derechos humanos, porque sus víctimas conforman la mitad de la población.
Eso. Y que esta crisis humanitaria sin nuestra intervención activa no va a detenerse. ¿Cuánto tiempo más vamos a aguantar?